El zumbido constante de los motores de dos tiempos, que a toda velocidad se pierden por las calles de la Medina de Marrakech, es uno de los recuerdos más vivos de nuestra experiencia marroquí. Un conjunto de reglas no escritas es lo que guía la circulación en el laberinto de callejuelas del casco antiguo de la ciudad.Todo parece no cumplir con la reglas básicas de circulación, pero aún así los turistas se turnan sin problemas con carritos, burros y vehículos de todos los tipos sin que pase nada. El ruido constante de las pequeñas motos de 50 y 125 es una constante en la cotidianidad de la ciudad y la mezcla entre los perfumes de las especias, el cuero y del aceite de dos tiempos es algo a lo que al final uno se acostumbra sin problemas. Los artesanos marroquís, no sólo expresan sus excepcionales habilidades en el trabajo de los metales y del cuero, si no que estas habilidades manuales es concentrada también en la customización de los pequeños vehículos que son la forma más cómoda para moverse. Cada uno aporta sus cambios al Moped que representa su pequeña utilitaria. Modificaciones en los colores, en la capacidad de carga, en los motores para mejorar las prestaciones y en los detalles para evolucionarlos en algo más es una constante que se aprecia y hace que no haya dos vehículos iguales. Motobecane 881, Peugeot 103, MBK, Yamaha Yb50 son los nombres más conocidos y los modelos más cotizados, pero hay también una gran variedad de motos menos conocidas y “de menos alta cuna” pero que realizan su trabajo de forma excepcional y de la misma manera que sus primos, son base para la gran expresión creativa marroquí. Alrededor de este gran mundo mecánico, no podían faltar los talleres para el mantenimiento y la modificaciones .Muchas veces no sólo taller para Mopeds y motos, si no que también para arreglos de bici y de todo lo que tenga dos o más ruedas. A lado de la calles del centro, uno detrás de otro, se turnan los mecánicos en plena calle, en donde el taller mucha veces es una pequeña puerta que da a un minúsculo almacén de herramientas y todo el trabajo se realiza por la misma calle sin que el kaos de los transeúntes sea una molestia. En este punto de encuentro forzado para los moteros, presencia constante es el Té que es compañía y forma de pasar el tiempo mientras se espera el arreglo de turno, y al final aquí como en todo el mundo, el taller se convierte en un punto de encuentro interesante de intercambio de cultura. A mi forma de ver todo esto es Café Racer….una forma de expresión que no conoce confines, países, culturas y donde en cada sitio tiene su propias peculiaridades y interpretaciones.
Moped Time en Marrakech
11 marzo, 2015